La fundación de Roma
- Juan Jesus Jiménez
- 5 mar
- 2 Min. de lectura
Imagina un mundo antiguo, donde los dioses y los hombres caminaban juntos, y donde el destino de una ciudad estaba escrito en las estrellas. Este es el escenario de la leyenda de la fundación de Roma, una historia que ha cautivado a generaciones y que marca el inicio de una de las civilizaciones más influyentes de la historia.

Según la tradición, Roma fue fundada en el año 753 a.C. por Rómulo, quien, junto a su hermano gemelo Remo, fue amamantado por una loba. Los gemelos, descendientes del príncipe troyano Eneas, fueron abandonados en las orillas del río Tíber por orden de su tío abuelo, el rey Amulio, quien temía que le arrebataran el trono. Sin embargo, los dioses tenían otros planes. Una loba encontró a los bebés y los cuidó hasta que un pastor los rescató y los crió como sus propios hijos.

Al crecer, Rómulo y Remo descubrieron su verdadera identidad y decidieron fundar una ciudad en el lugar donde fueron encontrados. Sin embargo, una disputa sobre el lugar exacto llevó a Rómulo a matar a Remo. Así, Rómulo se convirtió en el primer rey de Roma y trazó los límites de la ciudad con un arado, jurando que cualquiera que los cruzara sin permiso sería castigado con la muerte.

La fundación de Roma es más que una leyenda; es un relato que encapsula los valores de coraje, determinación y destino que definirían a la ciudad y a su imperio. Aunque la historia de Rómulo y Remo está envuelta en mito, su legado es muy real. Roma se convirtió en el corazón de un imperio que dominaría gran parte del mundo conocido, dejando un legado que perdura hasta el día de hoy.

En cada piedra de la antigua Roma, en cada leyenda y en cada rincón de la ciudad eterna, se respira la historia de sus orígenes. La fundación de Roma no es solo el inicio de una ciudad, sino el comienzo de una civilización que cambiaría el curso de la historia. Y todo comenzó con dos gemelos, una loba y un sueño de grandeza.
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